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jueves, 2 de marzo de 2023

Navarra: también cuna del fútbol

En los últimos años, en gran parte gracias a la digitalización de fuentes primarias y a su puesta a disposición de un amplio sector de la población, se han venido realizando descubrimientos realmente sorprendentes. En el caso que nos ocupa —la historia del fútbol— se ha desvelado que, en ciertas regiones de nuestra geografía, este deporte comenzó a practicarse mucho antes de lo que se pensaba. Así, por ejemplo, veíamos hace algunas semanas como, en el marco de la revolución cantonal, ya se jugaba al fútbol en Cartagena en 1873. Este descubrimiento, por cierto, centró el interés de la prensa en los días siguientes.

Cartagena, Vigo, San Sebastián, Sevilla, Bilbao o Jerez son solo algunos de los enclaves donde se puede probar documentalmente la práctica del fútbol a lo largo del siglo XIX. Hoy sumamos una nueva región a la lista: Navarra, donde ya se practicaba el fútbol en ¡¡¡1874!!!

Esta es la historia:

A finales de junio de 1874, tenía lugar la caída del general republicano Gutiérrez de la Concha en la batalla de Abárzuza.

Manuel Gutiérrez de la Concha

Tras este serio revés para el ejército republicano, se atisba un breve periodo de calma, que se entiende necesario para su reorganización. Es entonces cuando el corresponsal del London Evening Standard, que venía cubriendo el desarrollo de la tercera guerra carlista para este diario inglés, decide abandonar Tafalla y realizar un viaje de 48 horas en carruaje hasta Bayona, atravesando Pamplona y todo el territorio carlista a su paso. El viaje, además, le daría la oportunidad de conocer de cerca al otro bando, al carlista. No obstante, su principal intención era la de poder enviar sus crónicas por carta desde Bayona a Inglaterra, presumiblemente por razones de seguridad.

The London Evening Standard, 3 de julio de 1874

Una vez en Bayona, el corresponsal del London Evening Standard escribía lo siguiente:

Bayona, 29 de junio

I am very glad I did not listen to the absurd rumors of dangers in our road from Tafalla. We jumped into an old coach, and were jolted alone a bad road across a lovely country until we reached Pamplona. On the road we were overhauled by the soldiers of Don Carlos, and we saw many a railway guardhouse burnt down by his partidas. This is so much a matter of course that I shall not repeat such cases when I see them in future. Pamplona was in a state of very great excitement the whole evening with the news which the mail coaches brought there. This walled and fortified capital of Navarre is often without news of Spain and Europe for a whole week, as the Carlists outposts at a mile’s distance each side of the town do not allow any newspaper to go into Pamplona. None but verbal intelligence goes in. With the earliest dawn we were in our coach and off again. Now we were fairly in the Carlist country. Here the best and bravest of Don Carlos’s men willingly volunteered to serve him. Here every village has its Carlist partida of well-dressed, fine, strong fellows. This being St. Peter’s Day, the villagers and Carlist soldiers, in their best attire, were dancing, talking, or playing football in more than ten places. They mostly knew the great news, and their faces were very glad indeed. The country was one succession of the most splendid mountains and forest scenery as the road wound up the steep defiles or ran through lovely and well-watered valleys. We twice attained a great height at the principal passes before and after Elisondo. 

London Evening Standard, 3 de julio de 1974

A continuación una traducción del texto original:

Me alegro mucho de no haber hecho caso a los absurdos rumores de peligro en nuestro camino desde Tafalla. Saltamos a un viejo carruaje y fuimos traqueteando solos por un camino en mal estado a través de una hermosa región hasta que llegamos a Pamplona. En el camino fuimos alcanzados por los soldados de Don Carlos, y vimos muchos puestos de guardia ferroviarios incendiados por sus partidas. Esto es tan rutinario que no reseñaré tales casos cuando los vea en el futuro. Pamplona estuvo toda la noche en un estado de gran excitación con las noticias que allí llegaban a través de los coches-correo. Esta capital amurallada y fortificada de Navarra a menudo no tiene noticias de España y Europa durante toda una semana, ya que los puestos carlistas avanzados a una milla de distancia a cada lado de la ciudad no permiten que ningún periódico entre en Pamplona. Nada, excepto la inteligencia verbal puede acceder. Al despuntar el alba, estábamos en nuestro carruaje y partiendo de nuevo. Ahora estábamos de lleno en la zona carlista. Aquí los mejores y más valientes de los hombres de Don Carlos que se ofrecieron voluntariamente a su servicio. Aquí cada pueblo tiene su partida carlista de hombres bien vestidos, elegantes y fuertes. Siendo este el día de San Pedro, los vecinos y soldados carlistas, con sus mejores galas, bailaban, conversaban o jugaban al fútbol en más de diez lugares. En su mayoría, conocían las grandes noticias, y sus rostros estaban realmente felices. El país era una sucesión de las más espléndidas montañas y paisajes boscosos a medida que el camino serpenteaba por los empinados desfiladeros o atravesaba hermosos y bien regados valles. Dos veces alcanzamos gran altura en los principales pasos antes y después de Elizondo. 

La historia es realmente fascinante. En Navarra ya se jugaba al fútbol en 1874. Y, desde luego, no parece que fuera de forma aislada. El corresponsal del London Evening Standard aseguraba que vio jugar al fútbol en más de diez lugares. Este hecho no debe de extrañarnos, pues debemos tener en cuenta la cercanía de Navarra con Euskadi, algunos de cuyos habitantes, según la prensa inglesa, ya practicaban el fútbol en 1858.

En definitiva, Navarra bien puede presumir de ser una de las regiones pioneras de nuestro fútbol, de poder documentarlo y de haberlo practicado desde, al menos, 1874.