El
10 de febrero de 1873, incapaz de hacer frente a los problemas que se le
presentan, Amadeo I renunciaba a la corona de España. Atrás quedaban dos años
de efímero reinado. Su renuncia al trono suponía también el fracaso de la
monarquía democrática instaurada por la Revolución de 1868, la Gloriosa. Al día
siguiente, 11 de febrero, el Congreso y el Senado proclamaban la República,
única alternativa capaz de mantener viva la llama (y el espíritu) de la Gloriosa,
cuyo primer presidente sería Estanislao Figueras, hombre que renunciaba al
cargo pocos meses después.
Las
elecciones a Cortes Constituyentes de mayo de 1873 otorgaron la victoria a los
republicanos federales. El federalista moderado Pi i Margall es elegido nuevo
presidente de la República. Con él al frente, los federalistas moderados tratan
de sacar adelante una nueva Constitución, pretendiendo dar fin al Estado
centralizado para dar paso a una España formada por 17 estados con amplía
autonomía.
Frente
al proyecto de los federalistas moderados se encuentra el de los federales
intransigentes, quienes abogan por una República cantonal, a la que debía
llegarse mediante la insurrección y la adhesión voluntaria de territorios. Su
llamada a la insurrección obtuvo pronta respuesta en Cartagena, que se
subleva el 12 de julio de 1873. En pocos días, la sublevación cantonal se
extiende por Andalucía, Murcia y Valencia, con decenas de ciudades
proclamándose cantones independientes.
La
insurrección cantonal acabaría provocando la caída de Pi i Margall, que es
sustituido por Nicolás Salmerón, otro federalista moderado. Inmediatamente,
Salmerón recurre al ejército para acabar con la sublevación. La mayoría de los
cantones son reducidos, pero Cartagena resistiría durante meses.
El
sitio de Cartagena por parte de las tropas gubernamentales se alargó
hasta el 12 de enero de 1874, momento en que se produce su rendición y, con esta,
el fracaso de la insurrección cantonal. La ciudad, exhausta, hambrienta y
destruida, había capitulado.
Atrás
quedaban meses de asedio, pero lo que jamás llegamos a imaginar es que también
quedaba plantada la semilla del fútbol. Hoy, casi 150 años después, nos
topamos con un sorprendente descubrimiento: en Cartagena ya se jugaba al fútbol en 1873. Y, como suele ocurrir
cuando de fútbol decimonónico se trata, de nuevo debió ser la prensa
británica de la época quien tuviese que dejar constancia de los hechos.
El siguiente artículo, publicado por el Hampshire Telegraph el 29 de noviembre de 1873, testimonia la práctica del fútbol en Cartagena, otra pionera del fútbol español. El documento, digitalizado en The British Newspaper Archive, es un verdadero tesoro para la historia del fútbol nacional.
A continuación, se ofrece la transcripción literal y su traducción:
AFFAIRS
ON THE COAST OF SPAIN.
[FROM OUR PECIAL CORRESPONDENT]
As
I reported in my last, civil discord amongst the Intransigentes, who are so closely hemmed
in Carthagena, is beginning to make itself both heard and felt. On the 4th, Rear-Admiral Chicarro
withdrew his squadron to Alicante to coal and provision, and returned here on the
6th. He steams past the entrance to the harbour about every other day, on which
occasions the Intransigentes amuse themselves by firing a few shots, which drop
scarcely a third of the distance to him. Ademiral Chicarro has not yet fired;
but he is nevertheless slowly and surely gaining the aim he has in view, viz.,
of starving them out. Cathagena is now, I trust, on the verge of a crisis, and
may be looked for to surrender shortly. On the 6th and 7th, the officers of the
squadron were permitted to land at Escombrera, in the immediate vicinity of
their ships, when very spirited football matches were played, but owing to the
unevenness of the ground, and the long confinemet on board ship to which they
have been subjected, those who took part in them suffered greatly from the
unusual exertion.
SUCESOS
EN LA COSTA DE ESPAÑA.
[DE NUESTRO CORRESPONSAL ESPECIAL]
Como
informé en mi último artículo, la discordia civil entre los Intransigentes, que
están estrechamente sitiados en Cartagena, está comenzando a hacerse oír y
sentir. El día 4, el Contralmirante Chicarro retiró su escuadra a Alicante para
repostar carbón y provisiones, y volvió aquí el día 6. Cruza navegando por
delante de la entrada del puerto casi todos los días, cuando los Intransigentes
se divierten disparando unos cuantos tiros, que caen apenas un tercio de la
distancia hacia él. El Almirante Chicarro aún no ha disparado; pero, sin
embargo, está logrando de forma lenta y segura el objetivo que tiene en vista,
a saber, matarlos de hambre. Cartagena está ahora, confío, al borde de una
crisis, y se espera que se rinda en breve. Los días 6 y 7 se permitió a los
oficiales de la escuadra desembarcar en Escombrera, en las inmediaciones de sus
barcos, donde jugaron unos muy animados partidos de fútbol, pero debido al
desnivel del terreno, y al largo confinamiento a bordo del barco al que han sido
sometidos, los que tomaron parte en ellos sufrieron mucho por el inusual esfuerzo.
El
Almirante Nicolás Chicarro, nombrado por el ministro de Marina para comandar la
escuadra que sitiaba Cartagena, había nacido en El Ferrol (1812). No vamos a ocuparnos ahora de la historia de esta localidad gallega y de su inmejorable
posición geoestratégica con respecto a las Islas Británicas, cuna del fútbol. Quién
sabe si quizás Chicarro ya había visto practicar el futbol a los miembros del Channel
Squadron que arribaban a las costas gallegas. Sea como fuere, lo cierto es
que él y sus hombres llevaron el futbol a Cartagena en 1873.
Gracias
a este sorprendente hallazgo, Cartagena pasa a ser una de las pioneras del
fútbol español.