Desde el descubrimiento de América o la primera circunnavegación de la tierra hasta la reciente celebración de la Exposición Universal de 1992 y otros grandes eventos posteriores, Sevilla ha sido sede y testigo privilegiado de numerosos hitos para la historia de la humanidad. En ella nacieron ilustres personajes históricos, se desarrollaron importantes conflictos sociales y políticos, surgieron movimientos culturales, etc. Sin temor a equivocarnos, podríamos afirmar que pocas ciudades hay en el mundo con un carácter tan universal como el de la milenaria capital de Andalucía.
La Spal de fenicios y tartesios, Híspalis romana o Ishbiliya árabe, fue puerto y puerta de América y capital del mundo durante al menos 150 años. Con posterioridad, una vez privada de dicho papel hegemónico, recuperaría buena parte de esa universalidad —si es que alguna vez la perdió— a lo largo del siglo XIX. Durante aquella centuria, a pesar de que España no fuese considerada parte del grand tour, serían numerosos los viajeros románticos que, procedentes de las islas británicas, tornarían su mirada hacia la gran metrópolis andaluza. Seguidamente, con sus publicaciones, a veces en forma de libros de viaje, contribuirían a engrandecer el renombre de la ciudad por todo el orbe, atrayendo así a más y más visitantes; muchos de los cuales acabarían echando raíces en ella. Los viajeros románticos, en definitiva, fueron clave (junto a otros factores, por supuesto) en el crecimiento y consolidación de la colonia extranjera en la capital andaluza.
Con su encanto, aquella Sevilla decimonónica atrajo también más de una docena de visitas regias, en su mayoría protagonizadas por la propia monarquía "española", desde José Bonaparte hasta Alfonso XII, aunque también llegó a recibir, por ejemplo, la visita de Isabel de Baviera, es decir, la mismísima emperatriz Sisi, en 1861. Otro ilustre y regio visitante fue el entonces príncipe de Gales y futuro monarca británico Eduardo VII, quien llegó a Sevilla en abril de 1876.
Supuestamente, el heredero al trono británico arribó a la hermosa capital hispalense de riguroso incógnito. A pesar de ello, la avezada prensa local no tardó en ofrecer detalles de su estancia en la ciudad, incluyendo el nombre del establecimiento donde se hospedaría el futuro monarca: el hotel de las Cuatro Naciones. No fue la única “indiscreción” de la prensa, pues también desveló detalles como el número de acompañantes del príncipe de Gales (23), su visita a monumentos como la Catedral y el Alcázar, el banquete ofrecido a diferentes personalidades, su presencia en una carrera de caballos, su visita a la Feria de Sevilla o su asistencia al teatro San Fernando y a un “baile de gitanos”.
La prensa local sevillana (tampoco la nacional), sin embargo, no nos contó un curiosísimo y revelador detalle sobre la vista del futuro Eduardo VII a la capital hispalense. Para conocerlo, una vez más, debemos acercarnos a la prensa británica, concretamente a la edición del día 27 de abril de 1876 del Dublin Evening Telegraph:
His “admiration” was bestowed on the balls given in his honour because they resembled those of India; his “surprise” was excited by the horse racing, and his “astonishment” by the adoption of English sports at Seville.
Los bailes en su honor le causaron admiración por su parecido a los de la India; la carrera de caballos le despertó sorpresa, y le asombró la adopción de los deportes ingleses en Sevilla.
Efectivamente, el príncipe de Gales ya se mostró asombrado ¡¡¡en 1876!!! por cómo había adoptado Sevilla la práctica de los deportes "ingleses". Aunque la prensa británica no precisó las modalidades deportivas que tanto asombro causaron en el futuro monarca, en la Sevilla decimonónica se tiene constancia documental de la práctica e implantación de deportes como el cricket, el polo o, por supuestísimo, el de mayor éxito: el FOOTBALL ASSOCIATION; todo ello debido, en gran medida, a la existencia entonces de una muy nutrida colonia británica en la capital de Andalucía.
Así pues, parece evidente que el fútbol debió de ser una de esas modalidades deportivas “inglesas” a las que se refirió el futuro Eduardo VII. De hecho, llegados a este punto, debemos recordar que fue un miembro del propio Huelva Recreation Club quien afirmó que Sevilla era una de las tres localidades donde se había afianzado el fútbol en el siglo XIX.
Por supuesto, tampoco podemos olvidar que el fútbol era ya considerado una tradición navideña en la Sevilla de 1890. Por lo tanto, debió de ser practicado en años anteriores.
El fútbol lleva algunos años formando parte de los festejos de Navidad en Sevilla, y el club, bajo la presidencia del genial vicecónsul, Mr. E.F. Johnston, se encuentra en florecientes condiciones.
También debemos recordar que Sevilla protagonizó en 1860 el que podría considerarse como primer ejemplo documentado de la práctica del fútbol en España.
Angelitos. – Hace dos o tres días que, en un callejón o derribo practicable que existe al final de la alameda de Hércules, dando paso a la calle de Ciegos, se hallaban a eso de las cinco de la tarde dos bandos, no ya de chiquillos, sino de mozos con pelos en la cara, que habían hecho una raya divisoria del terreno de la calle, y llamándose los unos moros, y los otros cristianos, pugnaban por pasar cada uno el límite señalado por la raya, que los otros defendían con denuedo, a pelotazo seco.
Estrañamos que no interviniese en la lucha de ambas potencias una tercera, la policía, que con tanta frecuencia tiene por aquellas inmediaciones sus agentes, y no diplomáticos que hubieran debido arreglar un armisticio, llevando a los contendientes a terreno neutral. A la casilla.